Cristina Kirchner demostró, una vez más, que sabe dónde pegar. En su primer discurso desde la prisión domiciliaria no recargó las tintas en tecnicismos jurídicos respecto de su causa y ni mencionó el «lawfare». En cambio, apuntó al flanco más débil del modelo económico de Javier Milei: las dudas de que el equilbrio financiero sea sostenible por la vía de «alquilar dólares».
Es una crítica punzante, porque la estrategia de acumular reservas recurriendo a fondos del mercado de capitales está siendo cuestionada no sólo por los habituales economistas de línea «keynesiana» sino también por muchos ortodoxos que hasta ahora habían apoyado a Milei.
Uno de los temas que más preocupan a los inversores es que el índice de riesgo país se mantenga tercamente en las inmediaciones de los 700 puntos. Esto implicó, por un lado, que quedó desairado el argumento oficial que decía que la candidatura de Cristina era el factor que había motivado la suba, porque luego de confirmada su prisión, el sobreprecio de la deuda argentina siguió subiendo, aun cuando se anunció el ingreso de dólares a las arcas públicas.
Hasta economistas influyentes sobre el empresariado, como Ricardo Arriazu y Domingo Cavallo -a quienes nadie puede acusar de simpatías kirchneristas- advirtieron que no es lo mismo acumular reservas con dólares del superávit comercial que ir a pedirlos prestados en forma de «repos» o de bonos del Tesoro.
La rara coincidencia con los «ortodoxos»
Y es también un momento de críticas a la postura que tomó Milei de minimizar la gravedad del déficit de cuenta corriente -que algunos economistas proyectan en u$s8.000 millones para este año-. El argumento del presidente es que, como ahora hay superávit fiscal, la situación no es comparable a otros momentos de la historia reciente, en los que el rojo de cuenta corriente era el preámbulo de una crisis devaluatoria.
De hecho, hasta están circulando informes que recuerdan casos internacionales -Chile de los ’80 es el que toman como referencia en el Fondo Monetario Internacional- en los que, pese a haber superávit fiscal, no se pudo evitar una crisis creada por el desbalance externo.
Cristina conoce ese argumento, al punto que en muchos de sus discursos recurrió a los rankings de la revista inglesa The Economist -una biblia del liberalismo global- para mostrar que los países con problemas económicos no eran necesariamente los que tenían un rojo fiscal sino los que tenían un flujo de salida de dólares mayor al de entrada.
Es por eso que, en su mensaje a los militantes planteó que el actual modelo del «impresentable» ministro Luis Toto Caputo no será sostenible por mucho tiempo y que «tiene fecha de vencimiento, como el yogur».
Y, a la hora de marcar las mayores diferencias entre el «modelo K» y el de Milei, hizo hincapié en que ahora hay una economía basada en el endeudamiento, y no sólo a nivel de las finanzas públicas sino también para las empresas y familias.
Eso da la pauta de por dónde transitará el debate electoral: si hay algo de lo que Caputo se jacta es del regreso del crédito y de que «los bancos volvieron a trabajar de bancos». También celebra que las empresas argentinas tienen acceso al mercado de crédito, a tasas relativamente bajas en dólares.
La deuda en el centro del discurso
Pero la gran discusión que quiere plantear Cristina -y en la que el gobierno de Milei se siente cómodo confrontando- es en el terreno de la deuda pública.
El día previo al discurso de la ex presidente, la secretaría de Finanzas anunció que la deuda bruta de la administración central se había achicado por segundo mes consecutivo. Con la reducción de u$s11.901 millones en mayo, la deuda quedó en u$s461.019 millones.
Pero se trata de una cifra con polémica incluida, porque ese alivio se logró tras la entrada de los u$s12.000 millones del FMI y la emisión de un bono del Tesoro que se suscribe en dólares pero se paga en pesos.
Es una estrategia que, al decir de Cristina -y también de muchos analistas del mercado- equivale a «alquilar dólares para mostrar una suba de reservas», pero que, en realidad, sólo sirve para ganar tiempo, porque genera un costo financiero que exigirá erogaciones en el mediano plazo.
El ministro Caputo conoce ese argumento, y por eso machaca en sus redes sociales, en entrevistas periodísticas y en los foros empresariales que no debe confundirse el saneamiento del balance del Banco Central con un endeudamiento.
Ya lo había hecho cuando, al firmar el acuerdo con el FMI dijo que no constituía un endeudamiento neto, porque lo que se hacía era sustituir una deuda por otra -dólares frescos a cambio de la letra intransferible que el Tesoro le había colocado al Banco Central cuando tomó parte de sus reservas-.
Y ahora, al referirse a los préstamos «repo» y las emisiones de bonos del Tesoro, dijo que se trata de políticas que «la gran mayoría de los países hacen con normalidad, pero que para Argentina no era posible, dado el descalabro económico heredado».
El argumento de Caputo es que la deuda no aumenta sino que mejora el perfil, porque se pesifica parte de las obligaciones que antes eran en dólares, se alarga la «duration» de la deuda y se están bajando las tasas de interés. Y, además, dijo que gracias a esta política se absorbe excedente de pesos, con lo cual se facilita la baja de la inflación.
La guerra con Toto Caputo
Ya cuando la Corte Suprema de Justicia confirmó su condena, Cristina había dejado en claro su estrategia: centrarse en la crítica al ajuste fiscal y al atraso cambiario, y presentar su situación judicial como una consecuencia de la confrontación entre dos proyectos de país.
Esa había sido su línea argumental desde la primera vez que tuvo que declarar ante el fallecido juez Claudio Bonadio en 2016: que en la historia argentina había una tradición de persecución a líderes populares que propiciaban una redistribución de la renta. Así, se ubicaba a sí misma en situaciones análogas a las que sufrieron Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón.
Y siguiendo el mismo argumento de continuidad histórica, trazó una línea según la cual la dictadura militar, la década del menemismo y los gobiernos de Mauricio Macri y del presidente Milei aplican una misma receta, en la que el componente central es la deuda. Ni bien inició la gestión Milei, Cristina publicó un análisis en el que pronosticaba «la tercera crisis de deuda». Fue el inicio de una guerra retórica con Toto Caputo.
El ministro -que en ese momento festejaba su primer mes con superávit fiscal- contestó de inmediato: «Señora, nunca es tarde para aprender un concepto económico muy básico y que lamentablemente usted siempre ignoró: deuda solo se toma cuando hay déficit fiscal. Todo el déficit fiscal de los últimos 16 años lo generó usted en sus 12 años de gobierno, 8 como presidente y 4 como vicepresidente».
Era apenas el primer round de una pelea que, todo indica, se va a intensificar en los próximos meses.
El mensaje al peronismo
Un segundo encontronazo ocurrió en septiembre del año pasado, ante otro documento de Cristina titulado «Argentina bajo fuego». Allí criticaba un decreto por el cual se eliminaban requisitos para la reestructuración de la deuda pública. Según la ex presidente, con ese decreto ya el país no tenía garantías de que se recortara capital o tasas de interés y se extendieran plazos.
Y se preguntaba: «¿Qué quiere hacer Caputo con los próximos vencimientos de deuda? ¿Volver a incendiar el país en la hoguera de la deuda como hizo con Macri y el FMI? ¿Ni siquiera con un ajuste desalmado e inhumano el ministro Caputo de Milei puede pagar la deuda que el ministro Caputo de Macri generó?»
Para ese momento, el ministro ya estaba imbuido en el estilo belicoso de «Las fuerzas del Cielo» y dejó de lado el respetuoso trato de «señora» para pasar a un tono de pelea: «Toda la deuda de los últimos 20 años la generaste vos, guiada por el primate que tuviste de ministro de economía. Primero heredaste 2 puntos de superávit fiscal y los convertiste en 7 de déficit. Luego Macri te dejo casi equilibrio primario y lo volviste a llevar a 5 puntos de déficit. Tenía razón tu marido cuando decía que no sabías nada de economía. Quedate chillando tranquila que es lo máximo que podés hacer, porque no vas a volver a gobernar nunca más».
Pero Cristina dejó en claro que opina exactamente lo contrario y que el peronismo será la alternativa de poder cuando el modelo libertario entre en crisis. No por casualidad, la consigna que más celebró en el acto de plaza de Mayo fue «vamos a volver».
Ahora, ya desde su prisión domiciliaria, Cristina le dejó un mensaje claro a la dirigencia peronista -por ahora, concentrada en sus disputas internas-: el campo en el que debe dar la batalla no es el del poder judicial sino en el debate económico, y el endeudamiento será el «talón de Aquiles» de Milei.