jueves, junio 26, 2025

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Hoy nos visita… Ricardo Ignacio Torres: periodista, docente y sobreviviente de la dictadura

Ricardo nació en una familia humilde, de pocos recursos, pero rodeada de palabras y conciencia. Su padre fue periodista en Misiones, donde conoció a su madre. “Faltaba comida, pero sobraban libros”, recuerda. En su casa, antes de irse a trabajar, dejaba libros en la heladera para que cada uno leyera, y luego les tomaba examen. “Entre risas, aprendimos”.

Se formó en la Escuela Normal de Montecarlo, y a los 18 años ya era maestro. Dio sus primeros pasos como docente en el paraje Telina, donde los niños apenas hablaban español. Después pasó por Caraguatay, donde conoció a su compañera de vida, Analia Moruat, hija del primer intendente democrático de Montecarlo.

La dictadura golpea la puerta

En 1975 se trasladaron a La Plata para estudiar. Pero el clima de persecución era asfixiante. “Nos volvimos a Misiones del miedo. Gracias a eso, nuestras madres no tienen un pañuelo blanco en la cabeza”, afirma. El 24 de marzo de 1976, Analia fue secuestrada embarazada, cuando salía de trabajar. Ricardo fue advertido por una colega: “Te están buscando”. Al salir, la escuela estaba rodeada de hombres armados. Lo detuvieron. Revisaron su rancho y sus libros. Uno de Paulo Freire llamó la atención. Fue trasladado a Eldorado, donde se enteró del secuestro de su pareja.

Pasó su primera noche detenido en San Antonio, luego Montecarlo, Posadas y finalmente Resistencia, Chaco. En Posadas conoció la picana eléctrica. “¿Sabés lo que es esto?”, le preguntaron antes de usarla. La represión no fue solo física: fue simbólica, psicológica.

En Chaco estuvo preso en la cárcel de máxima seguridad donde fueron asesinadas las víctimas de la masacre de Margarita Belén. Allí compartió celda con Michelle, un francés de dos metros que le confió el horror vivido: colgado de las manos mientras veía como violaban a su esposa.

Monumento a las víctimas de Margarita Belén.

Memoria sin odio, justicia sin venganza

Años más tarde, Ricardo integraba el IFAI (Instituto De Fomento Agropecuario E Industrial) y fue invitado a un acto en honor a la policía. Allí, entre los presentes, reconoció a uno de sus torturadores. Se saludaron. Compartieron mesa. Y no lo denunció. “No guardo rencor».

Hoy insiste en que las escuelas deben hablar del pasado reciente. “El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”. Ricardo no habla desde lo partidario, sino desde la verdad. “No se puede entender lo que pasó en el ’76 si no se habla del bombardeo de Plaza de Mayo en el ’55. Esa parte casi nadie la cuenta”.

Ser docente, dice, no es solo cumplir con el programa: es formar ciudadanía. “Todo es político, pero no todo es partidario. La gente está confundida”.

Y aunque pasaron los años, su mensaje sigue igual de claro: “La tortura no es solo violencia física. También es la pobreza, el analfabetismo, las carencias. Basta con recorrer los barrios periféricos para ver la tortura actual”.