Cada vez que surge en el debate público la cuestión de si el dólar está atrasado o si el gobierno «pisa» el tipo de cambio, los funcionarios suelen responder a los críticos con un desafío: que si alguien cree que el dólar está demasiado barato y que su precio no se podrá sostener, entonces que actúe en consecuencia y compre billetes verdes.
Es algo que todavía no ocurre entre los grandes inversores, que siguen apostando a las altas tasas de interés en pesos del «carry trade». Sin embargo, desde el levantamiento del cepo cambiario se está viendo otra vez un fenómeno que no se recordaba desde los tiempos de Martín Guzmán: la compra masiva de dólares por parte de los pequeños ahorristas en los bancos.
El balance cambiario de mayo, que acaba de publicar el Banco Central es bien elocuente al respecto. En un mes, las «personas humanas» -es decir, no se cuentan las empresas ni fondos de inversión- fueron responsables de egresos netos por u$s3.846 millones.
Esta demanda de dólares por parte de pequeños ahorristas implica un 71% más que la registrada en abril -cuando se levantó el cepo cambiario- y es casi siete veces mayor a la que se había producido en marzo.
El turismo no tiene temporada baja
Parte de esta compra de dólares no llama la atención, porque corresponde a un rubro que ya desde el año pasado viene registrando un crecimiento explosivo: el turismo y las compras con tarjeta en el exterior. Incluye a quienes no viajan pero, desde Argentina, hacen importaciones vía courier, aprovechando la regulación más laxa que dispuso el gobierno.
Por este rubro, salieron u$s770 millones. Es una cifra muy elevada si se considera que mayo es considerado un mes de baja temporada turística. Y confirma los temores de quienes creen que este año puede haber una salida cercana a u$s10.000 millones por este concepto, lo que superaría el récord de 2017.
Las recientes imágenes de hinchas de Boca y River colmando la capacidad hotelera de Miami para asistir al mundial de clubes es elocuente respecto de la buena salud del turismo emisivo. Y se espera todavía un pico de demanda de dólares coincidiendo con el período de vacaciones invernales.
Como siempre, el Banco Central hace hincapié en recordar que la mayor parte de este gasto – estiman un 70%- es realizado con dólares propios de los viajeros, y que por lo tanto no implican un sacrificio de las reservas.
Nuevo boom de compradores de dólares
Pero lo que más llama la atención, porque esto sí es una novedad que surgió tras el fin del cepo cambiario, es la masiva compra de dólares en los bancos. En el mes, los argentinos se llevaron u$s1.954 millones netos, que fueron directamente a engrosar los dólares del colchón.
En realidad, las compras totales fueron de u$s2.262 millones, pero eso se netea porque hubo gente que vendió por u$s308 millones.
El informe del BCRA calcula que un millón de individuos compraron billetes verdes. Esto da un promedio para mayo de u$s2.262 comprados por persona. Si se considera que el mes tuvo 20 jornadas hábiles, son u$s113 por día.
Para ver cifras similares hay que retrotraerse al año 2020, cuando pese al cepo cambiario regía un «cupo» de u$s200 por persona que se podía comprar al cambio oficial. Rápidamente esa demanda supuso una sangría de dólares para el BCRA, que puso tantas condicionalidades que terminó por impedir la compra prácticamente a toda la población.
Volvió la «fuga de capitales»
Pero la compra de billetes verdes no es la única novedad importante en el balance cambiario de mayo. Además, está el rubro «activos externos en divisas», que supuso la salida neta de otros u$s1.526 millones.
Se trata, básicamente, de transferencia de divisas al exterior. Puede tratarse de dólares que estaban depositados en el sistema bancario argentino y que se utilizaron para compras de activos en el exterior o para la cancelación de deudas.
Hace apenas dos meses, este rubro apenas representaba una salida de u$s25 millones.
Lo que estas cifras están indicando es que regresó la formación de activos externos por parte de los pequeños ahorristas, eso que popularmente se conoce como «fuga de capitales». En total, el resultado neto de esa «fuga» fue de u$s3.226 millones, un 60% más que el mes pasado.
El tema promete ser otra vez protagonista de los debates políticos, sobre todo porque el kirchnerismo tiene una posición tomada respecto de que debe restringirse el uso de divisas que no vayan prioritariamente al sector público o la importación de insumos. Y critica que el déficit de cuenta corriente sea financiado por la toma de dólares del mercado de capitales -eso que Cristina Kirchner llama «dólares alquilados»-.
Un consuelo de corto plazo
De todas formas, el gobierno tiene algunos motivos de festejo en el último balance cambiario: el rojo de la cuenta corriente se redujo a u$s149 millones, un déficit modesto en comparación con el promedio de u$s1.000 millones que se registraba en el primer trimestre.
Era, naturalmente, algo que ya estaba previsto en todos los análisis, dado que mayo suele ser un mes de altos ingresos de divisas por la exportación de la cosecha agrícola. Ese incremento estacional estuvo, además, incentivado por el alivio tributario al campo, que tenía una baja temporaria en las retenciones a la exportación.
Como ese beneficio rigió también durante junio, la expectativa es que en el próximo informe haya un aporte todavía más grande por parte de la exportación agrícola.
De todas formas, esta situación no disipa las preocupaciones de quienes siguen de cerca el deterioro de la cuenta corriente: ya hay economistas que están previendo que en el segundo semestre habrá meses en los que la balanza comercial dará un saldo negativo.
Lo cierto es que mientras las exportaciones que caen al 7,4% anual, las importaciones suben un 29,4%. Y, contradiciendo el discurso oficial, no es el rubro de bienes de capital el que lidera las importaciones, sino el de productos para consumo final y automóviles.