Uno de los logros de los que siempre se enorgulleció Luis «Toto» Caputo fue el haber colocado un bono que los inversores suscribían en dólares, pero era pagadero en pesos, cuando era ministro de finanzas del gobierno macrista, en 2018. Tanto es así que, en su etapa de director de la consultora Anker, incluía esa operación en su currículum, como prueba de su habilidad para moverse en el mercado de capitales.
Pero claro, todo depende de quién cuente la historia: para los inversores, fue uno de los mayores «empomes» de la historia financiera argentina, al punto que, tres meses más tarde, el bono perdió casi la mitad de su valor en dólares en apenas un día.
La verdad es que no le faltaban razones a Caputo para jactarse de ese «deal«: convencer a gigantes de Wall Street como Templeton y BlackRock de poner u$s5.000 millones para cobrar en pesos, en un país que no lograba domar la inflación -el nivel era de 26% anualizado y con tendencia ascendente- y en el que había un déficit fiscal de 4% del PBI, un rojo de cuenta corriente de 6% y un desafiante calendario de vencimiento de deuda.
Toto Caputo convenció a los expertos del mayor mercado inversor de que era buen negocio llevarse los bonos del Tesoro, uno con vencimiento a cinco años y otro a ocho, con una tasa de 20%. En ese momento, al mandato de Mauricio Macri le quedaban menos de dos años.
En otras palabras, para que esa inversión resultara negocio había que confiar en que el tipo de cambio se mantuviera estable -de manera que, al reconvertir los pesos en divisas, la tasa quedara «licuada» por la inflación- y, sobre todo, había que confiar en que el plan económico de Macri tendría éxito al punto de que la población le concedería un segundo mandato.
Con el diario del lunes, es fácil afirmar que los ejecutivos de Templeton y BlackRock cometieron un error garrafal -de hecho, manchó la carrera de inversores estrella como Michael Hasenstab, famoso por ser uno de los pocos que vio venir la crisis financiera de 2008 en Wall Street-.
Sin embargo, en aquel momento, Caputo tenía algunos argumentos convincentes para mostrar: el Banco Central había aumentado sus reservas a u$s56.000 millones, el tipo de cambio estaba relativamente estable y Macri impulsaba una agenda reformista que había sido refrendada con una victoria electoral en las legislativas de 2017.
Además, en la Wall Street de aquella época estaba de moda invertir en mercados emergentes, y estos fondos miraban oportunidades en países como Brasil y México. Caputo, a quien Macri había bautizado como «el Messi de las finanzas», vio la oportunidad de conseguir dólares baratos aprovechando esa ola.
Los fondos de inversión sufrieron pérdidas millonarias
El final es conocido: con la devaluación del peso los fondos de inversión no solo sufrieron pérdidas millonarias sino que, además, quedaron «atrapados» por el cepo durante la mayor parte de la gestión de Alberto Fernández.
Caputo, mientras tanto, retornó a la actividad privada con su propia consultora. Su figura concitaba opiniones bien divergentes. Estaban los que, mitad en broma y mitad en serio, los consideraban un «prócer» por la ganancia que había causado al Tesoro -como contrapartida del «empome» de Wall Street- y también los economistas que lo descalificaban como un «timbero» sin formación como para manejar la economía del país.
Esa polémica se intensificó cuando su nombre empezó a sonar, a fines del 2023, como el candidato a ministro de economía de Javier Milei. Muchos se preguntaban si, tras haber dejado pérdidas entre los mayores fondos de inversión, la palabra de Caputo seguiría generando confianza en Wall Street.
Lo cierto es que Toto acompañó a Milei cuando, ya antes de asumir la presidencia, viajaba a Nueva York para explicar su plan reformista.
No le resultó fácil volver a obtener dinero en el mercado de capitales. Tuvo que «remar» mucho el año pasado para obtener un préstamo en modalidad «repo» -con garantía colateral- de un grupo de cinco bancos. El primer tramo se cobró en enero, por u$s1.000 millones, y se está por liberar una segunda parte de u$s2.000 millones.
La dificultad para volver al mercado está en el alto índice de riesgo país -por más que haya caído debajo de 700 puntos, a Argentina le siguen pidiendo una tasa seis veces más alta que la que le cobran a Uruguay-. Y, como siempre, la gran duda está en la capacidad de pago para honrar una deuda en divisas.
El bono de Luis Caputo para sumar reservas al Banco Central
Por este motivo es que Caputo desempolvó su viejo Bono del Tesoro suscribible en dólares y pagadero en pesos. Para el gobierno, implica varias ventajas: le permite acumular reservas sin romper su promesa de que solo comprará dólares en el piso de la banda de flotación, y además tendrá mayor respaldo para los pesos que se inyecten al mercado si no se «rollea» el total de los vencimientos.
El anuncio del nuevo bono generó algo de sorpresa, dado el antecedente de 2018. Sin embargo, eso no significa que el llamado a licitación por el equivalente a u$s1.000 millones no pueda tener éxito.
El título tiene algunas características que lo hacen aparecer menos riesgoso que su célebre antecesor. Para empezar, porque tiene una cláusula «put» a dos años. Es decir, ofrecer la al inversor posibilidad de salida mediante la recompra por parte del Tesoro, justo antes de que termine el mandato de Milei.
Y, sobre todo, las condiciones macroeconómicas son bien diferentes a las de hace siete años. Ahora hay superávit fiscal y la inflación está en tendencia descendente. El rojo de la cuenta corriente sigue siendo un problema, pero todavía manejable. Hablando en cifras, se estima que será de 1,5% del PBI, la cuarta parte del déficit que llegó a tener la gestión macrista.
Y en cuanto a la estabilidad cambiaria, no es casual el «timing» de la operación, justo después de que las reservas del BCRA hayan sido engordadas con u$s12.000 millones del Fondo Monetario Internacional más u$s2.000 millones de organismos de crédito.
Para reforzar la idea de que no hay posibilidad de una devaluación posible -por lo menos en el corto plazo-, el gobierno está interviniendo fuerte en el mercado de futuros, donde la curva se aplanó drásticamente respecto de los valores que mostraba antes del levantamiento del cepo.
Los contratos a diciembre cubren una suba de hasta 14% en el tipo de cambio, un nivel a tono con la inflación esperada y que al inversor le seguiría dejando ganancias si, como se prevé, la tasa de interés del bono pueda ir cerca del 20%.
¿El bono es menos riesgoso ahora?
Pero claro, el componente clave sigue siendo la confianza. Con vencimiento en 2030, para que el bono no tenga olor a nuevo «empome» hay que dar por asumidas muchas situaciones hipotéticas. En el plano político, que Milei sea reelecto o que su sucesor no dé un «volantazo» en la agenda de reformas. Y, en lo económico, que no regresen las presiones devaluatorias.
Ese último punto es el más sensible, sobre todo porque el mercado global está muy inestable, lo cual trae un «deja vu» de 2018, cuando Argentina tuvo que acudir al FMI justamente por el súbito cierre del crédito externo.
Además, todos los días aparecen nuevos indicadores que apuntan al talón de Aquiles del plan: el déficit de cuenta corriente crece a toda velocidad, y al mismo tiempo las «vacas de dólares» a la que apuesta Caputo -petróleo y soja- ven caer sus cotizaciones.
Lo cierto es que, pese a todo, el bono en pesos para los «wallstreeters» volvió. Al fin y al cabo, el mercado de capitales es la eterna lucha entre el riesgo y la codicia. Y en el menú de Caputo hay mucho de ambos condimentos.