Como ocurre cada vez que el dólar tiene un bajón pronunciado, el interrogante que se plantea en el mercado es si se trata de un cambio de tendencia o de un fenómeno apenas pasajero. Dicho de otra forma, lo que se preguntan empresarios, inversores, taxistas y amas de casa es si este es un momento que hay que aprovechar para comprar dólares. Y la respuesta de los analistas es un contundente sí.
En los últimos días se vieron variaciones que llamaron la atención. Después de un mínimo a fines de mayo -cuando el tipo de cambio mayorista tocó $1.133 y el blue $1.160-, había comenzado un marcado proceso de suba, en línea con lo que esperaba el mercado. Era algo que hasta el propio gobierno parecía celebrar, cuando el ministro Luis Toto Caputo negó que tuviera la intención de empujar al dólar hacia el piso de la banda de flotación, porque eso podría complicar la competitividad de economías regionales.
Pero esa suba -que alcanzó un pico de $1.191 para el mayorista y de $1.205 en el paralelo- se encontró con un techo, que tiró los valores abajo, hasta nuevos mínimos de $1.142 y de $1.160 respectivamente.
Entre los analistas del mercado no hubo dudas sobre que esto obedecía a una situación anómala y de corta duración. De hecho, ya surgen indicios de una recuperación del dólar. No hubo consenso sobre los motivos, aunque algunos eran claros: se produjo una concentración de liquidación por la exportación agrícola, dado que los productores quieren aprovechar los últimos días antes de que venza el alivio tributario.
Las retenciones, si el gobierno cumple su promesa, volverán a partir de julio a sus niveles del año pasado. En el caso de la soja, el principal producto de exportación -que tiene su pico estacional en mayo y junio- esto implicaría que las retenciones, hoy en 26%, vuelvan al nivel de 33%.
Pero, aun con ese aporte del campo, que se daba por descontado, hubo una oferta inesperada de divisas en el mercado, sin que la demanda le pudiera corresponder. ¿Cuál fue el motivo? Para algunos analistas, como la consultora Outlier, hay que buscarlo por el lado del petróleo. Pero no por las exportaciones sino por el ingreso de inversiones para financiar el ampliamiento de infraestructura en el yacimiento de Vaca Muerta.
Y, del otro lado del mostrador, el gobierno profundizó su política de absorción de pesos en las licitaciones del Tesoro, lo cual agudizó la falta de liquidez, algo que se vio reflejado en una presión que mantiene elevadas las tasas de interés. Y, entre los inversores más arriesgados, favorece al «carry trade» antes que a la búsqueda de dólares.
Vuelven los pequeños ahorristas
Esta situación de mayor oferta que demanda de dólares podría extenderse por algunas pocas jornadas, pero hay cierto consenso en que no podrá durar mucho tiempo.
Básicamente, porque muchos de los factores que actualmente están pesando, se revertirán pronto. El aporte de dólares del campo -por el efecto de la estacionalidad más el factor retenciones- verá una retracción después de fin de mes. Y el ingreso de dólares extra por los inversores externos del negocio petrolero ya se habrá agotado.
Del otro lado, la demanda de divisas podría reforzarse, como suele ocurrir cada vez que un bajón cambiario es percibido como una oportunidad. Esto puede ocurrir entre los inversores más conservadores, y particularmente entre los pequeños ahorristas.
Ahí gana protagonismo el «efecto aguinaldo», que traslada liquidez en pesos hacia los asalariados.
«Además de aflojar el pico de demanda de liquidez de pesos con su impacto en tasas en pesos, también fluirá la liquidez de personas jurídicas a físicas. Las primeras no pueden acceder al MLC, pero las segundas si pueden hacerlo«, observa el reporte de Outlier, que pronostica mayor demanda para atesoramiento.
Los antecedentes parecen darle la razón a este punto de vista. Desde el levantamiento del cepo cambiario, volvió a sentirse con fuerza la compra de dólares por parte de los pequeños ahorristas. Eso llevó a que, después de un año con superávit financiero, otra vez se registró un déficit.
Hablando en plata, los ahorristas compraron u$s1.938 millones sólo en las dos semanas de abril en las que ya no rigió el cepo. Lo cual predispone a suponer una suba en los próximos meses.
De esta manera, volvió a registrar déficit el rubro «formación de activos externos del sector privado no financiero», lo que en la jerga popular se conoce como «fuga de capitales, que llegó a u$s2.010 millones.
Importaciones que vuelan
Pero, más allá del efecto puntual del aguinaldo, lo que los economistas están viendo es que cada vez serán más fuertes las señales sobre la insostenibilidad del tipo de cambio en los niveles actuales.
La reciente publicación de la balanza comercial de mayo fue elocuente al respecto: en un mes que históricamente fue bueno para la exportación -por la venta de la cosecha gruesa- se registró una caída interanual de las ventas de 7,4%, mientras las importaciones subieron un vigoroso 29,4%.
Esta situación podría acentuarse en los próximos meses, por la merma del aporte agrícola y la tendencia a mayor nivel de importaciones tras los recortes de aranceles. De hecho, el sector que lidera la suba importadora es el de productos para consumo final y los automóviles. Sumados, ambos rubros ya suponen un 21% del total de importaciones -hace un año era 14%-.
Así, muy lejos de la proyección oficial del gobierno, que espera un holgado superávit de u$s20.000 millones por la balanza comercial y la venta de servicios, hay economistas que ya están previendo números en rojo.
«Pasada la estacionalidad favorable de las exportaciones del agro, es esperable observar un empeoramiento del saldo de bienes, con lo que es posible que veamos meses con saldo negativo. El superávit promedio mensual hasta el momento ha sido pequeño (u$s300 millones) y es fácilmente reversible», argumenta un reporte de la consultora LCG.
¿Cuánto puede subir?
Con estos sombríos pronósticos sobre la mesa, ¿cuál puede ser el margen de suba del dólar? Es un punto de difícil consenso entre los analistas, dada la gran cantidad de factores que intervienen –incluyendo la intervención oficial indirecta a través de los contratos en el mercado de futuros, que tienden a «aplastar» la curva para inducir las inversiones de activos en pesos-.
Por lo pronto, todos ven como un movimiento factible que se retorne a los niveles en torno de $1.190 para el mayorista y $1.210 para el paralelo.
En las inversiones del mercado de capitales se pueden ver también valuaciones implícitas sobre cuál debería ser el dólar «de equilibrio». Por ejemplo, en la reciente colocación de bonos Bopreal -en los que el Banco Central tomó pesos por títulos de u$s810 millones.
Estos bonos comenzarán a ser transados en el mercado secundario y, de acuerdo a la cotización que le asignen los inversores, se puede establecer un tipo de cambio equivalente. Según la tabla confeccionada por la consultora Romano Group, si la cotización cayera un 2% respecto del valor nominal, eso significaría que el mercado valúa al «contado con liqui» en $1.204, pero si ese descuento llegara a 10%, entonces la valuación implícita del dólar sería de $1.311.
Para que la cotización implícita supere el actual techo de la banda de flotación, sería necesario que el descuento por los Bopreales fuera mayor a un 15% del valor nominal.
Desde ya, estos cálculos no implican que haya una expectativa de devaluación de corto plazo. Más bien al contrario, la visión que predomina es que el gobierno pondrá su esfuerzo en sostener la calma cambiaria hasta las elecciones, dado que apuesta a que el dólar funcione como ancla de los precios.
Ese equilibrio del mercado se ve apuntalado por el ingreso de dólares del mercado de capitales, como el préstamo «repo» de un grupo de bancos y la emisión de bonos del Tesoro suscribibles en dólares.
Esto asegura la sostenibilidad de la calma de corto plazo, pero entre los economistas hay perspectivas de una posible modificación del escenario luego de las elecciones legislativas de octubre.